
ISSN-e: 3078-6983
Per
Â
ıodo: mayo-agosto, 2025
Noesis
Vol. 2, N
Â
umero 4. (pp. 37-42)
papas fritas, y aceptar el rechazo infantil a ciertos alimentos sin buscar alternativas nutritivas.
Parad
´
ojicamente, esta situaci
´
on no se limita a contextos de pobreza. En zonas urbanas de clase
media e incluso media alta, se repite un patr
´
on similar: ni
˜
nos con acceso econ
´
omico a m
´
ultiples
opciones alimenticias, pero con dietas basadas casi exclusivamente en productos empacados, bebidas
azucaradas y alimentos precocidos [10]. Aunque la ingesta cal
´
orica pueda ser m
´
as alta que en sectores
vulnerables, la calidad nutricional es, en muchos casos, igual o incluso menor. En contraste, familias
de bajos recursos que co cinan con lo que tienen Ůya sea legumbres, arroz, vegetale s localesŮ logran,
aunque sea de forma m
´
ınima, aportar nutrientes reales al cuerpo del ni
˜
no, lo que no siempre ocurre
en hogares m
´
as acomodados donde predomina la l
´
ogica del consumo r
´
apido y despersonalizado.
Esta contradicci
´
on pone en evidencia que el problema de la desnutrici
´
on ya no puede explicarse
solamente desde el acceso a los alimentos, sino desde la formaci
´
on y la conciencia de quienes deciden
qu
´
e comen los ni
˜
nos [
11]. La desinformaci
´
on, la ausencia de educaci
´
on alimentaria y la falta de
implicaci
´
on directa en los cuidados diarios de los m
´
as peque
˜
nos han convertido a la desnutrici
´
on
infantil en un fen
´
omeno transversal, que afecta a distintas clases so ciales con mecanismos distintos
pero resultados sorprendentemente similares.
En muchos casos, la escasa convivencia en las familias actuales, o incluso episo dios de maltrato
en la infancia, han dejado secuelas duraderas [1]. Hijos que crecen sin cuidados afectivos, y m
´
as
tarde, al tener hijos, reproducen esa misma desconexi
´
on. Este fen
´
omeno no se explica por mejoras
econ
´
omicas, sino por h
´
abitos aprendidos que atraviesan generaciones. La ausencia de una gu
´
ıa
emocional y nutricional eĄcaz se transmite como un modelo de crianza. Padres que no estuvieron
presentes como cuidadores activos y atentos, dif
´
ıcilmente sean capaces de proporcionar un trato
fortiĄcante y afectuoso a sus propios hijos.
Este patr
´
on intergeneracional tiene respaldo cient
´
ıĄco. Estudios en temas de maltrato emo-
cional indican que la negligencia familiar (tanto emocional como f
´
ısica) se asocia con patrones de
alimentaci
´
on desordenada en la ni
˜
nez y la adultez [
2, 3]. En particular, la percepci
´
on de rechazo
parental, caracterizada por falta de calidez, apoyo o incluso comportamientos hirientes, est
´
a vincu-
lada a episodios de ingesta emocional en menores: comen no por hambre, sino para compensar la
inseguridad emocional [4, 5].
Estas din
´
amicas son m
´
as frecuentes cuando los padres no construyen un v
´
ınculo afectivo seguro.
La literatura ha documentado que una respuesta inadecuada a las emociones infantile s, como ignorar
el llanto o minimizar el malestar, puede generar en los ni
˜
nos la creencia de que no pueden conĄar
plenamente en los adultos ni en los alimentos que estos les ofrecen [6]. Por ello, incluso cuando se les
presenta comida, algunos menores la rechazan por temor o desconĄanza, abandonando el alimento
y desarrollando patrones de ingesta irregular: ayunan un d
´
ıa, comen mucho al otro, lo que produce
un desequilibrio nutricional constante.
Tambi
´
en, se ha observado que la regulaci
´
on emocional deĄciente en ni
˜
nos, favorecida por din
´
amicas
parentales coercitivas o negligentes, est
´
a asociada a patrones de comer emocional desde edades tem-
pranas [7]. En otras palabras, la carencia de un ambiente familiar cuidado y supervisado no solo afecta
la estabilidad emocional, sino tambi
´
en la relaci
´
on con la comida, p e rpetuando ciclos de desnutrici
´
on
o malnutrici
´
on.
Contrario a lo que podr
´
ıa p ensarse, estas problem
´
aticas no desaparecen cuando la situaci
´
on
econ
´
omica mejora. Familias de clase media que no superan estos patrones aprendidos contin
´
uan
reproduci
´
endolos; hijos criados en hogares fr
´
ıos o ausentes emocionalmente terminan repitiendo
la negligencia con sus propios descendientes, sin necesariamente mejorar la calidad del cuidado.
La costumbre de Şno involucrarseŤ, de descuidar el v
´
ınculo afectivo y de delegar la alimentaci
´
on
genera una cultura intergeneracional donde la nutrici
´
on real queda subordinada a la automatizaci
´
on
emocional.
Este an
´
alisis evidencia que la desnutrici
´
on infantil no solo obedece a la falta de recursos, sino
a la carencia de educaci
´
on emocional y alimentaria dentro del
´
ambito familiar. La transmisi
´
on
Hauser A. Impacto del nivel educativo de los padres en la nutriciÂon de los ni ˜nos
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