I. INTRODUCCIÓN
En la era digital actual, los procesos educativos han experimentado transformaciones profundas que
reconfiguran las formas en que se accede, comparte y construye el conocimiento. Uno de los cambios más
significativos es la creciente incorporación de tecnologías digitales y plataformas colaborativas en los entornos
de formación docente, lo que ha dado lugar a nuevas dinámicas pedagógicas basadas en la interacción, la
participación activa y la co-creación del saber. Esta evolución responde a las demandas de una sociedad
interconectada, donde la competencia digital y la capacidad de trabajar en red se han convertido en
elementos esenciales del quehacer educativo. El uso de tecnologías digitales en el ámbito educativo ha
demostrado un impacto positivo en el rendimiento académico, especialmente cuando se integran con
intencionalidad pedagógica y estrategias activas [1]. Las plataformas virtuales permiten ampliar el acceso a
recursos, fomentar el trabajo colaborativo y potenciar la autonomía del estudiante en entornos superiores [2].
De ahí que la construcción compartida del conocimiento en entornos virtuales ha sido reconocida como una
estrategia eficaz para promover habilidades cognitivas, sociales y reflexivas en diferentes niveles educativos
[3].
Los entornos virtuales colaborativos no solo facilitan el acceso a la información, sino que potencian el
aprendizaje social y el pensamiento crítico a través del intercambio de ideas, la resolución conjunta de
problemas y la reflexión colectiva. En el ámbito de la formación docente, estas herramientas ofrecen
oportunidades valiosas para superar modelos tradicionales centrados en la transmisión unidireccional de
contenidos, promoviendo en cambio un enfoque más dinámico y participativo en la construcción del
conocimiento profesional. La interacción entre pares, la construcción conjunta de saberes pedagógicos y la
sistematización de experiencias en espacios virtuales representan una alternativa eficaz para fortalecer las
competencias profesionales del docente en formación y en ejercicio.
A pesar de su potencial, la integración efectiva de estos entornos aún enfrenta desafíos relevantes, como la
resistencia al cambio metodológico, la escasa alfabetización digital de algunos docentes y la necesidad de
marcos pedagógicos sólidos que orienten su uso. En este sentido, es fundamental investigar cómo los
entornos virtuales colaborativos pueden ser diseñados e implementados estratégicamente para optimizar la
construcción del conocimiento docente, entendida no solo como acumulación de información, sino como un
proceso reflexivo, crítico y contextualizado.
Existen evidencias que relacionan el uso de herramientas digitales con el fortalecimiento de las habilidades
creativas, lo que incide positivamente en la calidad del aprendizaje [4]. La integración de tecnologías como
parte del proceso de gamificación ha resultado efectiva para estimular el compromiso, la motivación y la
participación activa del estudiantado [5]. El uso de herramientas colaborativas digitales no solo aporta
dinamismo al aula, sino que también favorece la formación de comunidades de práctica entre docentes y
estudiantes [6]. Algunos estudios destacan que el aprovechamiento de herramientas digitales depende en
gran medida de la competencia tecnológica del docente y su apertura al cambio metodológico [7]. El rol
docente se transforma en los entornos digitales, pasando de ser transmisor de contenidos a facilitador del
aprendizaje colaborativo y crítico [2].
En experiencias educativas concretas, se ha observado que las plataformas como Padlet, Jamboard o Google
Docs permiten un seguimiento más efectivo de los procesos de co-construcción del saber [3]. La reflexión
sobre la práctica docente cobra una nueva dimensión cuando se realiza en entornos virtuales que permiten
retroalimentación entre pares y documentación de experiencias [6]. La sistematización de experiencias
colaborativas en línea ha demostrado ser una herramienta potente para el desarrollo profesional docente
continuo [5]. Los entornos virtuales bien estructurados ofrecen la posibilidad de desarrollar habilidades
cognitivas superiores, como la metacognición y el pensamiento crítico, a través de la interacción asincrónica y
sincrónica [4].